Se dice, y no sin falta de razón, que el paddock de la F1 es un nido de serpientes. Todo el mundo tiene sus propios intereses, a menudo contrapuestos, y hay que andar con mil ojos para ver en que charco te metes. Por eso me sorprendió cuando conocí a Fabrizio Borra, Fabri para todos, una persona afable, simpática, siempre sonriendo y tratando de ayudar.
Yo llegué a la Fórmula 1 en 2005, pero ese año Fabri no trabajó con Fernando Alonso, si mis recuerdos no me fallan. Se habían conocido en 2001 cuando el asturiano debutó en la máxima categoría con Minardi. Alonso, como yo y como todos, puede tener muchos defectos, pero si hay una virtud que sobresale por encima de todas es la lealtad con los suyos.
Seguramente Fabri aportó paz, disciplina y calma a esa primera etapa de Fernando en la F1 y el piloto luchó para volver a tenerle junto a él en Renault en 2006. En ese momento fue donde le conocí. Era famosa su animadversión por los aviones y gracias a eso, entabló una fuerte amistad con mi inseparable Flavio Mazzi, un fotógrafo italiano que solía recorrer en coche los grandes premios europeos desde su casa de Spilamberto. De paso por Forlí recogía a Fabri y se iban juntos a la carrera, uno a hacer grandes fotos y el otro a cuidar el físico y la mente de un chico que tenía todos los mimbres para ser campeón del mundo.
Cuando Fabri volvió en 2006, Flavio me lo presentó y enseguida me di cuenta que era una persona especial. En lo profesional, un auténtico fuera de serie de la fisioterapia y la preparación física de deportistas, ahí está su trabajo con Alonso o con la multitud de ciclistas y pilotos que pasaban por su casa en Forlí para entrenar con él. En lo personal, alguien que siempre tenía buenas palabras y que nunca te torcía el gesto cuando le decías “Fabrí, me duele el cuello” y te daba algún medicamento o te lo colocaba de nuevo.
Tristemente, mucha gente le conoció por su escena con Ron Dennis en Hungría 2007, un protagonismo que nunca buscó y que le encontró cuando Lewis Hamilton se saltó a la torera las indicaciones de su equipo y que derivó en lo que todos ya sabemos. Pero Fabri es mucho más que eso y es uno de los artífices de que Alonso sea el deportista que es hoy en día, gracias a sus cuidados, sus consejos y su paciencia. Nunca es fácil calmar a un león como Alonso, los deportistas de categoría mundial como él suelen ser insaciables e inconformistas y cuando las cosas salen mal, mejor no quieras estar a su lado. Fabri era capaz de escucharle y de que le escuchara y por eso formaron esa amistad de hierro.
En el recuerdo quedarán muchas anécdotas divertidas de Fabri, que no me corresponde a mi desvelarlas, junto a Fernando, Luis, Antonio, Nira, Álvaro y demás gente de aquella imborrable época de la Fórmula 1. Alonso y su entorno tienen fama de ser herméticos, pero yo tuve la suerte de que que conmigo se abrieran un poco y pude conocer el lado humano de grandes personas como Fabrizio Borra.
Descansa en paz Fabri, el legado y el recuerdo que dejas será eterno.
En este artículo
Jacobo Vega
Fórmula 1
Fernando Alonso
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