“Si alguien quiere que gane, sólo tiene que decirme las palabras equivocadas: ‘No puedes hacerlo’. En cuanto oiga eso, haré todo lo posible por ganar”. Éstas son las palabras del presidente de la FIA, Mohammed Ben Sulayem, en una entrevista concedida a la revista GP Racing el año pasado, resumiendo sus ganas de pelea. La carta de apoyo a su reelección firmada por 37 clubes automovilísticos de todo el mundo es nada menos que un ataque preventivo contra Carlos Sainz, que recientemente anunció que estaba considerando la posibilidad de desafiar al qatarí en las próximas elecciones, que tendrán lugar en diciembre.
Optar a la presidencia de la FIA es un reto matemático, además de político. Cada candidato potencial debe elaborar una “lista” de apoyos confirmados para su candidatura. Así, el aspirante a la presidencia debe tener en su “lista” un vicepresidente general, siete vicepresidentes para el deporte, y un vicepresidente para el automóvil, la movilidad y el turismo. De ellos, debe haber dos de Europa y uno del resto de regiones: África, Asia-Pacífico, Norteamérica, Sudamérica y Oriente Medio y Norte de África.
De este modo, cualquier candidato potencial a la presidencia debe demostrar un apoyo global antes de poder presentarse a las elecciones. Pero los estatutos de la Federación Internacional de Automovilismo exigen que los miembros se declaren a favor de un solo candidato (no pueden figurar en más de una “lista”).
Por lo tanto, un presidente en funciones tiene la opción bloquear a los aspirantes obteniendo el apoyo total de una sola región. Ya ha sucedido antes: cuando David Ward cayó en su desafío a Jean Todt en 2013, lo hizo porque 11 de los 12 clubes automovilísticos norteamericanos ya habían prometido su apoyo al francés.
Este parece ser ahora el plan de juego de Ben Sulayem. Puede resultar contraintuitivo para aquellos que viven en la “burbuja” de la Fórmula 1, pero el Gran Circo no es en absoluto el único objetivo de la FIA; de hecho, es un área relativamente pequeña, aunque desproporcionadamente prominente, del negocio.
Mohammed ben Sulayem, FIA President
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La última vez que Ben Sulayem se presentó a la presidencia, en 2021, no tuvo oposición. Pero eso fue porque ya tenía los números de su lado. “Si me preguntas si estaba seguro de que iba a ser presidente de la FIA, te diré que sí”, dijo en esa entrevista en GP Racing. “Sí, lo estaba. No es ego. Hay que trabajar y ser inteligente. Y hacer un seguimiento. Veo cosas que quizá otras personas no ven”.
“Recuerdo que durante mi campaña me hablaban de las redes sociales: ‘Oh, podemos conseguirte éste y aquel número de seguidores’. Les dije que tenía 235 clubes y asociaciones, y que la mitad de ellos me apoyaban. Quedaban 120. ¿Para qué necesito millones en las redes sociales? Céntrate en los 120 que quedan. Si consigo aunque sea 50 de ellos, habré ganado“.
Es muy raro que un presidente de la FIA en ejercicio se enfrente a un desafío cuando llega el momento de la reelección. Cuando Max Mosley sustituyó a Jean-Marie Balestre en 1993, Mosley ya era el presidente de la FISA (la rama deportiva de la FIA, entonces separada) y lo había sido durante dos años; convenció a Balestre para que se hiciera a un lado y aceptara el papel de presidente del Senado de la FIA, que aún no se había formado.
La estrategia de Mosley de ofrecer hacer el trabajo gratis y presentarse a la reelección un año después inclinó los números hacia él, y su único contrincante, el vicepresidente del Royal Automobile Club, Jeffrey Rose, se retiró antes de que se emitiera el voto. Mosley fue reelegido sin oposición durante cuatro mandatos; tras su dimisión en 2009, Jean Todt derrotó a Ari Vatanen por la presidencia.
En el año de la reelección de Todt, Ward se presentó contra él, pero luego se retiró, quejándose de que Todt había cambiado las reglas del juego, en cuanto al número de vicepresidentes regionales necesarios para apoyar su candidatura. Hay quien sugiere que los nuevos cambios en los estatutos de la FIA, que se votarán en la Asamblea General el mes que viene, representan otro paso hacia el fortalecimiento del presidente.
Robert Reid, FIA
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El régimen de Ben Sulayem ha sido polarizador en algunos aspectos. Cuando Robert Reid dimitió de su cargo de Vicepresidente Deportivo en marzo, puso de relieve lo que consideraba un deterioro de la gobernanza abierta y transparente, y un avance hacia la centralización del poder ejecutivo en manos del emiratí.
Esto no es lo que Ben Sulayem prometió en su programa electoral: de hecho, el objetivo declarado era que fuera un presidente sin manos, que nombraría a un director general para dirigir los negocios de la FIA, incluyendo el automovilismo, siguiendo las líneas de una gobernanza corporativa adecuada.
En este contexto, es interesante observar que la carta de apoyo de los clubes automovilísticos agradece al presidente el cumplimiento de su programa, y lo hace en su primer párrafo. El siguiente pasaje también es inequívoco: “Todos somos muy conscientes de la catastrófica situación financiera que ha heredado. Sin las medidas decisivas y audaces que tomó desde el primer día, el futuro mismo de la FIA habría estado en peligro“.
Esta afirmación es bastante menos discutible. La situación financiera del organismo federativo ha sido precaria, y es difícil ver más allá del “arrendamiento a largo plazo” de Mosley de los derechos comerciales de la Fórmula 1 a Bernie Ecclestone, por una miseria a principios de la década de 2000, como el estrangulamiento de una posible fuente de ingresos.
La multa récord de 100 millones de dólares impuesta a McLaren tras el escándalo del “Spygate” en 2007 se envió a la Fundación de la FIA, una entidad separada. Todt puso gran empeño en mejorar la situación financiera de la Federación, pero cuando Ben Sulayem asumió la presidencia, la FIA registraba pérdidas financieras de dos dígitos; recientemente ha declarado un beneficio operativo de 4,7 millones de euros. Es interesante señalar que Ben Sulayem también ha concedido recientemente una entrevista en la que destaca que los participantes en la F1 son capaces de obtener muchos más ingresos que la FIA y sus empleados.
El contexto y el momento en el que se produce, antes de la carta de apoyo de los clubes miembros, indican que la línea de ataque de Ben Sulayem se basará en cifras más que en palabras. Y como demuestra su anterior éxito electoral, se puede hablar todo lo que se quiera de principios elevados y de gobierno corporativo, pero son sólo palabras. Mientras que con los números no se puede discutir.
En este artículo
Stuart Codling
Fórmula 1
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