Cuando cargar el coche depende del viento del mar del Norte: la conexión invisible entre tu enchufe y los parques eólicos

Cuando cargar el coche depende del viento del mar del Norte: la conexión invisible entre tu enchufe y los parques eólicos

Estás en un garaje de barrio en Madrid, enchufando tu coche eléctrico a la pared. No hay rastro de sol ni aspas girando. Todo parece tan cotidiano como cargar el móvil. Pero al otro extremo de esa conexión hay algo más poderoso y remoto: una gigantesca turbina eólica en alta mar, azotada por los vientos del mar del Norte frente a las costas de Dinamarca, Alemania o el Reino Unido.
Puede parecer exagerado, pero no lo es. La electricidad es una red, y como tal, es un sistema interconectado que no conoce fronteras físicas ni políticas. Gracias a la integración de los mercados eléctricos europeos y a los cables submarinos de alta tensión, España recibe y exporta energía eléctrica a través de Francia, Portugal y Marruecos, lo que significa que una parte de la energía que fluye por la red y alimenta las baterías de los coche eléctricos, que puede haber sido generada a cientos o miles de kilómetros de distancia. Especialmente cuando hablamos de energía renovable.
Detrás de cada coche que se recarga en un parking hay una cadena invisible de decisiones políticas, inversiones tecnológicas y cooperación internacional. Cuando cargamos nuestro coche estamos aprovechando el viento de otras regiones gracias a una malla energética tejida a escala continental. Y eso, lejos de ser un inconveniente, es uno de los mayores logros de la transición energética: la capacidad de compartir lo mejor de cada territorio para movernos todos con menos emisiones.
El mar del Norte se ha convertido en el mayor generador eólico marino del mundo. En 2023, esta región concentraba más del 80% de toda la capacidad eólica offshore instalada en Europa, con gigantes como el Dogger Bank en Reino Unido, el parque más grande del planeta, o el Kriegers Flak en Dinamarca, conectado a tres países a la vez: Dinamarca, Suecia y Alemania.
Cuando estas turbinas producen más energía de la que sus respectivos países necesitan, el excedente puede enviarse hacia el sur, aprovechando interconexiones europeas como la de Baixas–Sentmenat–Sault, entre Francia y Cataluña. Aunque España sigue siendo una isla energética parcial (con solo un 6% de interconexión real, lejos del 15% recomendado por la UE), esta red sigue creciendo y permite un intercambio bidireccional de electricidad verde.
Y no es solo teoría: durante ciertos días del año, especialmente en primavera u otoño, España importa energía más barata y renovable del norte de Europa, algo que repercute directamente en el coste y el contenido energético de cada kWh que llega a los puntos de carga.
Cargar el coche eléctrico ya no es solo una acción mecánica. Es parte de una red inteligente que ajusta precios, gestiona renovables y optimiza recursos. Las tarifas horarias que ofrecen compañías como Holaluz, Octopus o Iberdrola están ligadas al mercado mayorista europeo, donde se subastan bloques de energía cada hora. Y sí, la oferta y la demanda se ven influenciadas por cuánto viento sopla en el mar del Norte, o cuánta radiación solar recibe Andalucía.
Esto ha provocado un cambio cultural: los usuarios más conscientes miran las curvas de generación renovable antes de cargar, eligen horarios valle o incluso sincronizan sus cargadores con algoritmos que priorizan energía verde. Así, un conductor en Sevilla o Zaragoza puede estar cargando su batería con una mezcla de energía fotovoltaica, hidráulica o eólica danesa.
La infraestructura que lo permite es cada vez más sofisticada. Europa está invirtiendo en grandes interconexiones submarinas y terrestres. Solo en los próximos 5 años, se prevé duplicar la capacidad de conexión entre países europeos. El proyecto Celtic Interconnector, entre Francia e Irlanda, o el North Sea Wind Power Hub, que conectará parques eólicos a varios países desde una plataforma artificial en medio del mar, son algunos ejemplos de esta revolución energética silenciosa.
España, aunque retrasada en interconexión, está avanzando. Red Eléctrica trabaja en duplicar las conexiones con Francia, mientras estudia nuevos enlaces hacia Italia y África. Cuanto mayor sea la conexión, más flexibilidad habrá para importar o exportar electricidad verde cuando más se necesite.
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