Ser piloto de Fórmula 1 da una serie de ventajas que cualquier ser humano no puede experimentar en su vida, como es el hecho de pilotar el monoplaza más rápido del planeta. Sin embargo, ese es el trabajo para ellos, y tan solo unos privilegiados pueden tener más privilegios, como es el ponerse a los mandos de un avión de combate.
Es lo que realizó Charles Leclerc gracias a Canal+ y a la Armée de l’air et de l’espace, que es la fuerza aérea francesa, puesto que el monegasco se despertó antes de las ocho de la mañana para tomar un vuelo desde Niza y dirigirse hasta una de las bases en Saint-Diezer, en donde realizaría el entrenamiento específico. Una vez que aterrizó con su jet privado le dieron la bienvenida, antes de pasar los controles médicos y enfundarse el traje diseñado a medida, con parches que hacían referencia a su apodo de ‘Lord Perceval‘.
Tras pasar sin problemas el chequeo médico, hizo una sesión de simulador, todo muy habitual para él porque está acostumbrado a lo que hace en Maranello todas las semanas, aunque en un cockpit con muchos más botones y con incluso menos espacio. El de Ferrari tuvo la ayuda por la radio, pero pudo hacer el vuelo muy bien, con lo que pasó a conocer cómo era el proceso de eyección en caso de un problema grave y cómo volar con el paracaídas y estar a salvo.
Nada de ello sería necesario, y una vez recibidas todas las instrucciones, era momento de pasar a la acción y subirse con otro piloto experimentado en el caza. Desde el primer momento, a pesar de estar habituado a las altas velocidades por los Fórmula 1, estar dentro de un avión de combate era totalmente distinto y nuevo, y Charles Leclerc quedó asombrado.Estuvieron volando por el espacio aéreo francés, aunque tuvieron tiempo de pasar por Mónaco para que pudiera ver su casa de la infancia, durante esas tres horas en el aire. Con la caída del sol y ya de noche, regresaron a la base de Orange, en donde bromeaba con querer comer y dormir porque estaba muy cansado debido a las fuerzas G continuas, que un día después llegaron a superar los 8G.
Antes de ir al hotel, pasó por una cadena de comida rápida para recuperar fuerzas, en donde todos estaban atónitos al tener cenando a toda una estrella del Gran Circo a su lado. Tras dormir, se subió a un autobús para volver a la base aérea, y esta vez sí que se controló el avión sin ningún tipo de asistencia, aunque con él iba el experimentado piloto por si había algún fallo.
Todo salió a la perfección, y Charles Leclerc disfrutó de un día inolvidable porque pudo subirse a una máquina incluso más rápida que su coche.