Uno de los mayores concesionarios de Mercedes-Benz en China, situado en la provincia de Hunan, ha dejado de vender coches con la famosa estrella. En su lugar, a partir de ahora venderá coches de un fabricante que acaba de empezar.
Es una realidad más que evidente: en China cada vez quieren menos coches de fabricantes europeos (u occidentales) y se decantan, cada vez en mayor medida, por fabricantes locales, por marcas chinas.
El cambio de paradigma en la industria del automóvil no sólo tiene que ver con el tipo de propulsor (combustión vs eléctricos), sino en la manera de entender el producto y la tecnología. En China, el mayor mercado de vehículos a nivel mundial, se está viviendo este cambio de manera muy particular.
El ejemplo que tenemos hoy es muy paradigmático. El mayor concesionario Mercedes de Hunan, que también era uno de los más grandes en China, ha pasado a convertirse en una tienda de AITO, la nueva marca de coches de Huawei. Este gigante tecnológico también se ha adentrado en el sector del coche eléctrico. Uno de sus primeros modelos es el Aito M9, un SUV desarrollado conjuntamente por Huawei y Seres que tiene más pantallas que asientos.
En las dos últimas décadas, aproximadamente, China ha sido un filón para los fabricantes europeos. Sin embargo, algunos han tenido una excesiva dependencia del mercado asiático y, cuando vienen mal dadas, el peligro es mayor.
El pasado 2024, las ventas de Mercedes-Benz en China cayeron un 7%. Aunque no es buen dato, son mejores que las de su mayor rival, BMW, cuyas ventas en China cayeron un 13,4%. Ambas cifran se ven ampliamente por el batacazo de Porsche, que el año pasado vendió un 28% menos coches en China en comparación con 2023.
En China se dan varios factores para llegar a una situación como la actual. Por un lado, el cliente moderno chino demanda vehículos con un nivel tecnológico muy alto. Se valora mucho la conectividad, la digitalización y las tecnologías de conducción autónoma, por encima de la imagen de marca u otros factores que antes se valoraban más.
Por otro lado, la apuesta de China por el coche eléctrico es una cuestión de Estado. Se demandan muchos eléctricos (casi la mitad de los coches matriculados nuevos tienen enchufe) y la feroz competencia de precios, auspiciada por una industria de las baterías en auge, hace que los eléctricos chinos sean muchísimo más competitivos que modelos europeos de prestaciones y tecnología equivalentes o similares.
Por poner un ejemplo, el coche eléctrico de Xiaomi, que está siendo un éxito de ventas. Cuesta unos 29.000 euros (al cambio actual) en su versión estándar, con 700 kilómetros de autonomía. La versión tope de gama (Xiaomi SU7 Max) cuesta menos de 40.000 euros y tiene más de 800 kilómetros de autonomía, un sistema eléctrico de 800 voltios con carga ultra rápida y, además, todo el ecosistema tecnológico de la compañía.
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