Max Verstappen demuestra su dominio en Interlagos con una magistral exhibición.

 
Fue una obra maestra, aunque algunos hablan de milagro. Lo vivido en el circuito de Interlagos fue una oda a la historia de la Fórmula Uno. Juan Manuel Fangio señalaba que, a parte de la habilidad conductiva, también se requería una cuota de suerte. La masterclass de Max Verstappen, bajo la lluvia de San Pablo, fue un poema al automovilismo con todos sus ingredientes: talento, estrategia, riesgo y suerte.
 
El holandés tenía todos los pronósticos en contra. El caos de la Qualy lo eliminó en Q2, y la penalizción de cinco puestos -por cambiar el motor de combustión- lo arrojó a P17. Para colmo, Lando Norris, su único rival por el título, hizo la pole y tenía el camino libre para el mayor recorte de puntos en el campeonato -sumado a los tres que descontó en la Sprint-.
 
 
Pero la mejor versión de Mad Max surge cuando las quinielas juegan contra él. El piso húmedo puso en igualdad de condiciones a la parrilla. Además, subió virtualmente un puesto por la deserción de Alex Albon. El tailandés estrelló su Williams en Q3, donde clasificó P7, y los mecánicos no llegaron a tiempo con las reparaciones.
 
El despiste y abandono de Lance Stroll (Aston Martin) en la vuelta de calentamiento fue el prólogo de la carrera. No solo significó una posición más para el líder del campeonato -el canadiense largaba décimo-, era el aviso que el mínimo error se pagaba muy caro.
 
Norris lo sufrió en carne propia: falló nuevamente como poleman. Primero, cuando se canceló la partida para retirar el coche de Stroll, inició sorpresivamente la vuelta previa sin la habilitación del semáforo. El error causó un efecto dominó que arrastró a George Russell (Mercedes, P2), Yuki Tsunoda (RB, P3), Esteban Ocon (Alpine, P4), Liam Lawson (RB, P5) y Charles Leclerc (Ferrari, P6). La segunda equivocación fue en la nueva salida: largó tarde y dudó en cubrir el interno que le ganó Russell con facilidad.
 
 
Mientras Norris cometía errores, Verstappen saltaba cuatro puestos que lo ubicaron undécimo. Como en Canadá, volcó su experiencia y habilidad en piso mojado para hacer del poco fiable Red Bull un bólido imparable. La lluvia neutralizó la velocidad de los McLaren, e hizo vulnerables a las Ferrari y los Mercedes. Era la única oportunidad para doblegarlos.
 
Norris no podía con un Russell que relentizaba el ritmo de carrera. En medio de este suplicio Verstappen alcanzaba la sexta posición, la peor noticia para el británico de McLaren. El holandés ya podía seguir la misma estrategia que sus rivales de la punta.
 
Con la lluvia pasando de suave a fuerte, los equipos no se definían con los pit stop. Por reglamento debían calzar el compuesto extremo en algún momento, pero el reporte señalaba que el grueso de la masa de agua no caería hasta mitad de carrera. Ferrari ensayó una estrategia arriesgada. En la vuelta 24 llamó a Leclerc para cambiar por otro set de intermedios y luego pasar a extremos ni bien aumentara las precipitaciones. La misma estrategia quería Norris, pero en McLaren no les cerraba la idea -los rivales de punta estiraban la detención hasta que cayera la tormenta-.
 
 
El Virtual Safety Car por el despiste de Nico Hülkenberg (Haas) cambió los planes. El equipo de Woking llamó a Norris cuando Mercedes hizo ingresar a Russell. En ese momento se declaró el Safety Car y cayeron a cuarto y quinto. Esteban Ocon, Max Vesrtappen y Pierre Gasly quedaron como líderes.
 
El trío de punta apostó a una bandera roja que no aperecía. Con el reinicio en la vuelta 30 se vislumbraba un error de estrategia. Pero el accidente de Franco Colapinto (Williams) en la curva 14 -sin consecuencias para el argentino- forzó la ansiada bandera que necesitaban Alpine y Red Bull.
 
Comenzaba otra carrera. Los 16 supervivientes regresaban a la acción con otro set de neumáticos intermedios. Dirección de Carrera levantó la obligación de cambiar por extremos; los equipos se liberaban del pit stop. La decisión marcó el rumbo del Gran Premio de Brasil. Al no haber paradas, los cambios de posiciones debían ser en pista.
 
 
Fue un balde de agua fría para Norris. Obligado a alcanzar al Red Bull, cometió una serie de errores que le costaría varios puntos para el campeonato. Luego del reinicio entró muy abierto en la curva 4 y salió de pista, perdiendo la cuarta posción con Russell. Y no sería lo peor.
 
El accidente de Carlos Sainz (Ferrari) en la curva 8 obligó un nuevo Safety Car. Una vez relanzada la carrera, Norris fue por la tercera posición de Gasly al ponerse en la misma línea de Russell y cuidándose de Leclerc. El papaya se pasó de largo en la curva 1 cayendo a la séptima posción detrás de su compañero Oscar Piastri. Mientras pasaba sobre el césped, Verstappen superaba por el interno a Ocon y le arrebataba la punta. El destino se ensañaba con Lando.
 
Las últimas 29 vueltas se vio al Max Verstappen de antes. El dominador que maneja los hilos a su antojo. El que bate sus propios cronos para quedarse con el punto extra por vuelta rápida. El que saca diferencia de dos a tres décimas por vuelta. Fue la respuesta a Norris cuando éste sugirió en un reportaje que debía cambiar su estilo de conducción.
 
 
La bandera a cuadros puso de pie al Autódromo José Carlos Pace. Verstappen conpletaba una hazaña que perdurará en el tiempo. Además, los aplausos del público también fueron para Esteban Ocon (P2) y Pierre Gasly (P3). Los chicos de Alpine lograron un podio que nadie soñaba en las fábricas de EnstoneViry-Châtillon. Una caricia para los empleados en medio de rumores sobre el futuro del equipo.
 
Verstappen se marcha de Brasil con 26 puntos. Extendió la diferencia en el campeonato a 62 unidades cuando restan 82 en juego. Podría levantar su cuarto título mundial en Las Vegas, dentro de 15 días, si gana y no suma Norris. Una posibilidad que parece díficil, pero no imposible. Y menos con un Max inspirado.
 
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