La industria global de baterías atraviesa un momento de exceso de oferta sin precedentes. La capacidad de producción destinada tanto a automóviles eléctricos como a sistemas de almacenamiento energético triplica la demanda actual, lo que augura una caída continuada de precios en los próximos años.
Gran parte de esta sobrecapacidad proviene de los fabricantes chinos, que continúan expandiendo sus instalaciones sin señales de frenar, incluso en un contexto de consumo más débil. Según datos de S&P Mobility citados por Nikkei, la producción mundial alcanzará este año los 3.930 GWh, frente a una demanda estimada en apenas 1.161 GWh. Y esa cifra ni siquiera incluye nuevas plantas en construcción en China, cuyo potencial productivo aún no se ha hecho público.
La expansión está liderada por CATL, el mayor productor mundial de baterías, seguido por BYD, que además encabeza la fabricación de coches eléctricos e híbridos enchufables. A su vez, las compañías japonesas y surcoreanas, que dominaron el mercado durante la primera etapa de los paquetes de iones de litio, ven cómo su cuota global se reduce frente a la agresiva estrategia de los gigantes chinos.
El proceso de fabricación de baterías es complejo: requiere ánodos, cátodos, electrolitos y separadores, cada uno con proveedores y plantas especializadas. Algunos líderes, como CATL, BYD o LG Energy Solution, están integrando verticalmente estas fases para reducir costes y controlar más parte de la cadena, mientras otros dependen aún de suministradores externos.
La saturación de capacidad ya está provocando retrasos en nuevas instalaciones. Panasonic, por ejemplo, ha aplazado hasta 2027 el pleno funcionamiento de su planta en Kansas, en parte por la menor demanda de Tesla, su principal cliente. LG Energy Solution también ha ralentizado las obras en Michigan.
En el corto plazo, esta sobreproducción podría abaratar las baterías, beneficiando a fabricantes y consumidores. Sin embargo, a medio y largo plazo existe el riesgo de que la presión sobre los precios desincentive la extracción de materias primas, creando un cuello de botella justo cuando se espera que la demanda de coches eléctricos vuelva a crecer con fuerza después de 2030.
Algunas compañías están redirigiendo parte de esta producción hacia nuevos usos. LG Energy Solution, por ejemplo, busca potenciar la fabricación de baterías de litio-ferrofosfato (LFP) para almacenamiento a gran escala, destinadas a redes eléctricas y centros de datos de inteligencia artificial.
Aun así, surgen preguntas clave: ¿qué ocurrirá con los millones de baterías que se queden sin vender?, ¿cómo envejecerán en almacenes o fábricas sin uso inmediato?, y ¿qué impacto tendrá esta “maduración forzosa” en su capacidad real cuando finalmente se utilicen?.
La respuesta a estas incógnitas determinará si la actual sobreproducción se convierte en una oportunidad para acelerar la transición energético, o si es un lastre para toda la cadena de suministro.
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¿Qué ocurre cuando la producción supera a la demanda? Lo estamos empezando a ver en las baterías para coches eléctricos
