En apenas dos años, el Fisker Ocean, un SUV eléctrico lanzado con gran expectación en 2023, ha sufrido una caída de valor escalofriante: más del 80%. El vehículo, que en su momento se vendía por cerca de 70.000 dólares, ahora se encuentra tasado en apenas 13.500 dólares, según testimonios recogidos por canales especializados como Edmunds Cars.
Esta dramática depreciación es producto de la declaración de quiebra de Fisker Inc., lo que ha dejado a los propietarios atrapados con un coche que combina atractivo estético y prestaciones, pero sin respaldo técnico ni operativo.
Lo que prometía ser una alternativa ambiciosa frente al todopoderoso Tesla Model Y se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza para los primeros compradores. Según relata un usuario que adquirió el vehículo a principios de 2024, hoy ni siquiera alcanza el valor de un coche de gasolina con muchos años y kilometraje.
Este desplome no solo refleja una pérdida económica sustancial sino también una vulnerabilidad del sector: los coches eléctricos dependen en gran medida de su respaldo tecnológico y de marca. Fisker dejó de ofrecer actualizaciones ‘over-the-air’ tras su quiebra, lo que ha provocado que el Ocean quede «congelado en el tiempo» sin opciones de mejora o parcheo de fallos.
Los problemas que relatan los usuarios incluyen bloqueos intermitentes en el sistema de arranque sin llave, fallos en la pantalla central, sistemas auxiliares inestables, como la cámara de marcha atrás o el asistente en pendiente, y un suministro muy limitado de repuestos oficiales. Todo ello alimenta la depreciación y aumenta la carga de incertidumbre sobre el vehículo.
Los casos extremos como el Fisker ya no resultan aislados: los coches eléctricos puros se deprecian con notable rapidez. Según un estudio de GANVAM-DAT, un coche eléctrico pierde alrededor del 47% de su valor a los tres años y 60.000 km, frente al 28% que pierde un coche de gasolina.
Otra fuente de análisis, GANVAM, aporta datos recientes sobre cómo varía la devaluación según la tecnología del vehículo:
Estos datos resaltan que la depreciación depende tanto de los avances tecnológicos (como en autonomía y baterías) como del respaldo de marca: los modelos eléctricos de fabricantes sólidos tienden a retener mejor su valor.
El Fisker Ocean es un ejemplo de lo que muchos compradores temen: adquirir un modelo atractivo, incluso con buenas prestaciones, y enfrentarse a una caída de valor drástica si la marca desaparece o carece de soporte técnico. A diferencia del coche térmico clásico, el vehículo eléctrico no solo es hardware: su valor está vinculado a la capacidad de mantenerlo actualizado y operativo.
Para que el coche eléctrico alcance una adopción sostenida, es fundamental que los usuarios confíen en marcas estables que garanticen actualizaciones, acceso a piezas y un respaldo a largo plazo. Solo así se podrán proteger las inversiones y asegurar una movilidad limpia, atractiva y duradera.
Temas
De 70.000 a 13.500 $: los propietarios de este SUV eléctrico sufren las consecuencias de la bancarrota con una depreciación del 80%
